Hablamos sobre los recursos naturales como si todo tuviera una etiqueta con el precio. Pero no podemos comprar los valores espirituales en una tienda.
Las cosas que estimulan nuestro espíritu son intangibles: los viejos bosques, un río claro, el vuelo de un águila, el aullido de un lobo, el espacio y el silencio sin ruido de motores. Esos son los valores que las personas buscan y que todos necesitan.

George B. Schaller

Publicado por: VIVIANA MORENO

jueves, 14 de abril de 2011

AGROECOLOGÍA Y AGRICULTURA ECOLÓGICA EN COLOMBIA: UN ANÁLISIS

Las agriculturas alternativas al modelo RV
existen propuestas diferentes para abordar el proceso agronómico que, en su conjunto, se conocen bajo el  nombre de agriculturas alternativas.
Aunque existen muchas denominaciones para referirse a cada una de ellas que tales formas de practicar la agricultura, convergen en la aceptación de varios principios, entre ellos el rechazo al uso de sustancias venenosas de síntesis química y de plantas transgénicas y la adopción de prácticas agrícolas favorables a la conservación de la biodiversidad en todas sus formas. El respeto a la vida es la condición todas estas agriculturas alternativas. Dentro de ellas, aparece en lugar privilegiado la denominada Agricultura Ecológica (AE).
El término “Agricultura Ecológica” señala tanto una manera de enfrentar los procesos de producción agraria, como las posiciones políticas asumidas por los individuos que optan por ella, en relación no solo con las aplicaciones tecnológicas sino con la forma de entender el mundo agrario en sus complejas perspectivas culturales, vale decir, sociales, económicas, políticas, militares y éticas. En él subyacen propuestas para manejar integralmente los campos de cultivo, partiendo del manejo ecológico del suelo y conjugando prácticas agrícolas de labranza mínima, reciclaje, asociación de cultivos, uso eficiente de la biodiversidad en el manejo de enemigos naturales pero también ideas sobre equidad, justicia social, responsabilidad en la producción de alimentos y compromiso con la preservación de los recursos naturales. El concepto hay que separarlo del de “Agroecología”, el cual designa la ciencia que estudia los agroecosistemas. La cercanía de ambos tiende a confundir los planteamientos y los procesos que envuelven, por un lado, el activismo agrario y por el otro, una disciplina científica que desea entender las características y las modificaciones de los agroecosistemas, apelando tanto a los postulados de la ecología como de las ciencias sociales. Este breve artículo se refiere a la práctica de la agricultura ecológica en tanto que ella se opone a los postulados de la Revolución Verde, dejando de lado las consideraciones científicas sobre la agroecología. El debate, planteado de esta manera, es relevante, porque en él subyacen cuestiones de fondo: ¿Cuál será el curso que tomará en los años próximos el comercio mundial de alimentos?¿Qué papel jugará en este contexto el campesinado colombiano? ¿Cómo resistir desde ahora el avance de las transnacionales que acaparan el mercado de semillas, de agroquímicos, de maquinaria agrícola? ¿Cómo preservar y utilizar los conocimientos ancestrales sobre el arte de sembrar plantas en el trópico? ¿A que modelo debe apostarle un país que por varios decenios ha contemplado la guerra en los escenarios rurales, desde la comodidad de las urbes?. Dado que la paz en Colombia tendrá que ver necesariamente con los procesos tecnológicos de producción y/o con los procesos sociales de apropiación de los recursos...¿Cómo entender en ese marco las potencialidades de la agricultura ecológica?. Este es el meollo del asunto. La agricultura ecológica puja en contravía del modelo
dominante que en la actualidad resulta fortalecido por los impresionantes avances de la biotecnología. La eficiencia con la que el traslado de genes de y entre bacterias, virus, hongos, animales y plantas resulta en novedosas plantas transgénicas, hace aparecer al nuevo modelo, ahora denominado Agricultura Industrial o Modelo transgénico, como la solución, incluso, a los problemas del hambre en el mundo, relegando a la AE a planos secundarios en las agendas políticas. La ilusión de los Organismos Modificados Genéticamente (OMG) seguramente perdurará por muchos años, dado que detrás del modelo se encuentra tanto el enorme poderío económico transnacional, como el aparato científico del mundo contemporáneo y el mismo espíritu competitivo y acumulador de capital que dominó en los albores de la RV.
Mucho se ha discutido sobre el particular. El autor, en un reciente artículo, propone una serie de preguntas aún no contestadas sobre la inserción del modelo transgénico en la agricultura colombiana (León, 2004), entre ellas sobre si son o no necesarios para la agricultura colombiana.
Responder esta pregunta implica también plantearse cuáles son las reales necesidades de nuestra agricultura. ¿estarán ellas relacionadas, por ejemplo, con la enorme concentración de la tierra en manos de unos pocos propietarios, la ausencia de herramientas y máquinas adaptadas al trópico, la invisibilización política de campesinos, indígenas y comunidades negras, los bajos niveles de investigación y transferencia de tecnología tropical, la baja infraestructura de servicios rurales, los deficientes índices de educación rural, la erosión de suelos, la contaminación de aguas, la deforestación o la intoxicación crónica y/o aguda de consumidores y productores, la ausencia de empleo en el campo...?. Si se está de acuerdo en que éstos son algunos de los problemas relevantes de la agricultura colombiana...¿entonces, cómo ayudarán las plantas transgénicas a resolverlos, si es de conocimiento general que los OGM hacen parte de las estrategias de las compañías transnacionales cuyo principal propósito es su propio lucro? Por el contrario, la AE tiene potencialidad para responder a diversos retos del desarrollo y, por ende, a varias de las preguntas planteadas, puesto que propicia el manejo adecuado de los recursos naturales, promocional la transformación  primarios, alentando la conformación de empresas asociativas y generando empleo, aboga por el uso de la biodiversidad, eliminando los riesgos de la erosión genética, promueve la participación comunitaria y en consecuencia es enormemente incluyente y respetuosa de distintos actores políticos, promueve el rescate de conocimientos ancestrales y la investigación – participativa, elimina los riesgos de toxicidad por el uso de agrotóxicos y, en fin, aboga por la producción de alimentos sanos al alcance de toda la población.
Al final habrá que preguntarse quienes son los ingenuos. Si los productores, consumidores y académicos que le apostamos a las agriculturas alternativas, en contravía incluso de las políticas oficiales del gobierno, o quienes empujan el modelo transgénico acompañados de la política oficial, a sabiendas que se empeña la soberanía alimentaria nacional, el derecho a sembrar y el derecho a consumir alimentos sanos.
Características de la Agricultura Ecológica.
La Agricultura Ecológica (AE) se ha venido practicando en Colombia desde los años noventa, a partir de las discusiones que se suscitaron en torno al modelo de Revolución Verde.
La AE promueve una serie de principios integrales de manejo de los sistemas de cultivo que incluyen, entre otros, la concepción del suelo como una interfase viviente, defensa de la salud y de la vida en los agroecosistemas, eliminación del uso de venenos en la agricultura, promoción del uso integral de los recursos de la finca y de la diversidad biológica, reducción de insumos externos y, en consecuencia de la dependencia exterior de los mismos, promoción de la rentabilidad económica y ecológica de los sistemas de cultivo y rescate del conocimiento ancestral campesino e indígena para compatibilizarlo con los aportes realizados por la ciencia y la tecnología contemporáneas, en un esfuerzo de síntesis en el diálogo de saberes (Palacios, 2000).
Tales principios se expresan en prácticas agronómicas que constituyen alternativas reales al modelo de agricultura de revolución verde, pero cuya implementación en el país enfrenta todavía varias dificultades, habida cuenta que se trata de un proceso cultural complejo, en el que confluyen y se oponen diversos intereses económicos y sociales.
Por ejemplo, en la AE se promociona la labranza cero o la labranza reducida, que son estrategias para no arar los suelos, práctica que se considera no adecuada para las zonas tropicales en donde la radiación solar directa afecta la vida microbiana, la humedad del suelo y los contenidos de materia orgánica, entre otros factores edáficos. La utilización de maquinaria pesada con implementos como arados de vertedera, rastras y rastrillos ha sido cuestionada por sus efectos sobre la estructura de los suelos y la aparición de fenómenos degradativos (compactación y pisos de arado). En su lugar, la AE promociona la denominada “labranza invertida”, técnica basada en el manejo de las plantas adventicias (antiguamente llamadas malezas) y el uso de herramientas de mano o de tracción animal. Aquí las dificultades surgen con el manejo mismo de las coberturas y las mayores exigencias de mano de obra.
En relación con los arreglos de los cultivos, la AE propone la diversificación de los campos agrícolas como respuesta al uso exclusivo de monocultivos, típico del modelo de revolución verde. Muchas experiencias nacionales e internacionales demuestran las ventajas de los cultivos múltiples en términos del índice de Uso Eficiente de la Tierra (que compara los rendimientos de los monocultivos con los que se obtienen en los asocios) y de sus efectos en el control de plagas y enfermedades, reciclaje de elementos yconservación de suelos. No obstante, la diversificación de los campos de cultivo implica decisiones que tienen que ver con el manejo agronómico de las plantas, labores de cosecha y oportunidades de mercado que en ocasiones dificultan su adopción.
Otras técnicas para evitar que el suelo permanezca desnudo en los momentos de preparación de los terrenos como el uso de coberturas vivas o muertas y los abonos verdes, también han sido suficientemente probados en varias condiciones agroecológicas y en la actualidad se considera que pueden ser adoptadas por los agricultores, como parte de los procesos de reconversión de la agricultura convencional a la ecológica Igual sucede con el uso de abonos orgánicos, aunque allí subsisten diversos tipos de intereses y obstáculos que impiden su masificación. Son ampliamente reconocidos los efectos benéficos que producen diferentes tipos de compost, residuos de cosechas y de estiércoles (fermentados o no) y caldos trofobióticos (bokashi, caldo súper 4 y caldo microbiano de rizosfera de finca) tanto en la reactivación de la actividad biológica de los suelos, en la restitución de nutrientes y en la conservación de la materia orgánica, como en los aumentos de producción de los cultivos y en su protección contra plagas y enfermedades.
No obstante, la posibilidad de reemplazar fertilizantes químicos de síntesis por abonos orgánicos no es fácil. Se trata de sortear los intereses económicos de los fabricantes, la respuesta inmediata de los cultivos a la aplicación de productos sintéticos, la escasez relativa de desechos vegetales y animales en algunas regiones geográficas y la relativamente poca investigación científica sobre algunos de estos temas, en especial los relacionados con los caldos trofobióticos. Aún así, los abonos orgánicos utilizados como fuentes de nutrientes y mejoradores de la calidad físico-química de los suelos, han demostrado su eficiencia en varios contextos.
En relación con el manejo de plagas y enfermedades la AE reconoce que ellas se presentan como parte de los desequilibrios inducidos por el manejo que se hace de los campos de cultivo y, en particular, del recurso suelo.
Al respecto, se poseen varias aproximaciones de manejo de suelos que tienden a equilibrar su nutrición, a evitar pérdidas por erosión y a conservar todas sus funciones ecológicas. Para ello las agriculturas alternativas, además de apelar a las prácticas mencionadas anteriormente, manejan principios de alelopatía y con base en ellos definen ciclos de rotaciones de cultivos y arreglos espaciales entre plantas que son afines entre sí. Además, la AE ha iniciado el uso de extractos de plantas que se utilizan como purines o hidrolatos para prevenir y/o controlar enfermedades y plagas.
Nuevamente las principales dificultades para utilizar masivamente estas técnicas provienen de la falta de investigaciones sistematizadas sobre procesos de obtención de los biopreparados, principios activos, dosis, épocas de aplicación, estandarización de resultados y efectos ecosistémicos de los mismos. Al menos en Colombia, el aparato científico y la academia van a la saga de tales procesos de investigación, debido a la magnitud de la tradición y a las presiones productivas generadas tanto por productores convencionales como por fabricantes de agroquímicos, que tienen en estos renglones poderosos intereses económicos.
El proceso de reconversión no es fácil ni es de una sola vía. Se trata prácticamente de lograr un cambio cultural profundo que afecta a toda la población y que tiene conexiones con el ámbito internacional. Afortunadamente son muchos los países del mundo desarrollado que han incluido expresamente metas de reconversión de agricultura convencional a ecológica presionados por la opinión pública, los cambios en los patrones de producción y consumo y el mercado.
Tomás León Sicard.AGROECOLOGÍA Y AGRICULTURA ECOLÓGICA EN COLOMBIA: UN ANÁLISISAMBIENTAL. texto virtual disponible en: http://uvirtual.lasalle.edu.co/file.php/526/Lecturas_Complementarias/6C._AGROECOLOGIA_Y_AGRICULTURA_ECOLOGICA_EN_COLOMBIA.pdf

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